viernes, 30 de octubre de 2015

Pequeños rituales matutinos

Desde que nació León las horas de sueño cambiaron bastante, por supuesto. Él se despertaba cada madrugada varias veces a tomar la teta, o necesitaba que le cambie el pañal, así que las horas de sueño no volvieron a ser sin interrupciones nunca mas. A medida que él crece duerme bastante más de corrido por la noche, sigue tomando teta pero sólo un par de veces y ya no hay que cambiarle el pañal, una bendición.
Pero si hay algo que nunca pensé que iba a pasar con la maternidad, y con esto quiero advertirles futuras madres primerizas, es que empecé a valorar cada minuto que él duerme para poder "hacer cosas".
Lo pongo entre comillas porque muchas veces la gente no entiende qué son esas "cosas", ni que una madre tenga algo que hacer más que cuidar a su pequeño hijo. No necesitamos bañarnos, limpiar la casa, ordenar la ropa limpia, ir al baño, hacer compras, pensar un rato sin llantos ni gritos, arreglar las plantas, etc., etc. Bueno, eso fue irónico. Claro que necesitamos todo eso.
Como decía entonces, los minutos en que León sigue durmiendo y yo ya descansé son sagradíiiiiisimos!
Entonces, cuando me despierto, me escabullo de la cama sin hacer casi movimientos, sin que el acolchado lo destape, sin que la cama haga ruido, sin que el colchón se mueva mucho, sin pisar algún juguete con cascabel que dejó olvidado la perra. Si logro salir de la habitación sin que se despierte, ya es un éxito.
Y ahí empieza el ritual.
Primero voy al comedor a acariciar a nuestra perra, Vicky, que me hace toda la fiesta del mundo por verme, se echa panza arriba, mueve la cola y las patitas, nerviosa. Le abro la puerta del balcón y se va a tomar un poco de aire.
Enseguida voy a la cocina y pongo la pava eléctrica a que me caliente el agua en la temperatura justa que me gusta para tomar mate. La amo. La mejor inversión de los últimos años.
Mientras se calienta mi agüita voy al baño, igual que cualquiera de ustedes, y además me lavo la cara con los jabones y cremas que debo usar por la mañana.
Vuelvo a la cocina, el agua está lista. Preparo el mate agregándole a la yerba cascaritas secas de naranja y media cucharadita de azúcar mascabo. Después tapo la boca del mate con la palma y lo agito un rato para sacarle el polvo de mas (y encima se mezclan bien todos los ingredientes). Me limpio la mano llena de polvo verde, limpio el borde del mate porque me gusta que brille mientras lo uso, pongo el agua en el termo, lo tapo, agrego el agua a uno de los bordes de la yerba seca, sin mojarla del todo, pongo la bombilla en el mate, tapando rigurosamente la boquilla con el pulgar para que no le entre aire (¿alguien sabe si esto sirve para algo?), y doy el primer sorbo.
Listo, el primer sorbo es lo que me da inicio al día, lo que me da pilas para hacer de todo. Me ha pasado de tener que salir corriendo de mi casa sin poder tomar un mate y el enojo que sentí es indescriptible, pobre de la gente a la que le hablé mal por no haber desayunado.
Y después del primer sorbo vuelvo a cebar y vuelvo a tomar, esta vez más cantidad de agua. Un regio mate, como debe ser.
Me lo llevo a mi escritorio, pongo el termo y el mate sobre mi mantelito de aguayo, junto con lo que haya encontrado para comer, alguna galletita, porción de budín casero, tostada, alfajor... o simplemente unas nueces y pasas de uva. Cualquier cosa sirve para acompañar esos mates.
Ahora sí estoy lista para abrir la compu, responder y escribir mails, chequear agenda, hacer los llamados que necesite y tratar de no pensar en si León sigue durmiendo, porque tengo la teoría de que los bebés saben cuando la madre los extraña y empiezan a llorar.
Con suerte todo esto dura cuarenta minutos, pero qué paz! Qué lindo desayunar sola, en silencio con todo el solazo que entra por la ventana.
Y ustedes dirán, entonces, que mi alegría dura cuarenta minutos por día. Bueno, no. Esos minutos son muy reconfortantes, es verdad, pero la verdad que escuchar el "ma!" desde la habitación es lo que le da real felicidad al resto del día.

¡Buen día para todos!

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