El 2008 fue un año bisagra, cambió rotundamente mi vida.
Ese año dejé de estudiar medicina. Era algo que ya venía pensando desde tercer año pero no me animaba.
Entré a la facultad en el 2002. En el 2003 cursé segundo año, con materias propias de la carrera, no las de iniciación. Me re gustaba, me iba bárbaro, me gustaba cursar, tener nuevos amigos, nuevas salidas, fiestas. Me daba el gusto de hacer todo lo que quería, salía siempre, iba todo el tiempo a estudiar a la casa de amigas que vivían solas porque eran del interior, iba y volvía sola a a hora que quería y, encima, me iba bárbaro en la facultad. Incluso ese año terminé rindiendo los dos finales anuales en diciembre, con 2 semanas de diferencia y notas altas. Todo éxitos.
En noviembre de ese año conocí al que fue mi novio por más de cuatro años. Así que terminé el 2003 como una campeona, de novia con el chico que me había gustado, sin materias pendientes, con todo un verano de libertad por delante.
El 2004 arrancó en abril, como cualquier facultad, con materias que odié desde el día uno. No me gustaba lo que tenía que estudiar, ni las cátedras que me habían tocado, ni los docentes que eran un embole de nerds pero de los que no saben explicar, ni mis compañeros, a quienes recuerdo hasta con olores feos, ni los horarios de cursada, ni las aulas frías y muy húmedas, nada.
Y claro, me empezó a ir re mal. No aprobaba, me ponía nerviosísima cursar porque siempre nos tomaban algo del temario adelante de todos y yo nunca llegaba a estudiar. La pasaba horrible.
Quería estar con mi novio y mis amigas todo el día, pero mis papás no me dejaban. Nunca me habían dejado vivir mucho, pero la amenaza del novio nuevo, bastante más grande que yo lo había acrecentado. No querían que lo vea todo el día y me repetían "¿no ves que si te ve todos los días se va a cansar de vos?" como si una fuera un objeto que el otro tenía que desear y sufrir por no obtener la suficiente cantidad de tiempo.
El clima en mi casa se empezó a espesar. Como yo igual lo veía a mi novio y pasaba gran parte del día afuera de mi casa, en su casa, en casa de compañeros, estudiando en la biblioteca pública (porque yo tenía los libros fotocopiados y quería ver las imágenes a color) ellos dejaron de tener el control que tuvieron siempre. Un día algo lo hizo enojar a mi papá, no recuerdo bien qué. La cuestión es que dejó de hablarme, y mi mamá en comunión con él, también. Recuerdo esos días de primavera como muy tristes, con exámenes que rendir, pilas de libros para estudiar y un clima muy feo a mi alrededor. Me pasaba el día entero encerrada en mi pieza estudiando, haciendo cuadros sinópticos, leyendo mil veces esos apuntes que tanto odiaba. Y llegaba la noche y también llegaba mi papá de trabajar.
Mi mamá lo esperaba con la cena y la servía en la mesa para ellos dos y mis hermanos. No ponían plato para mí. No era que se me negaba la comida, sino simplemente que si quería comer con la familia medio que tenía que pedirlo. Normalmente en mi familia cada discusión con ellos se terminaba cuando yo pedía disculpas, aunque no fueran sinceras (nunca lo eran) para que vuelvan a hablarme. Y sólo así se volvía al clima de armonía familiar. Esa armonía tensa que sabías que podía quebrarse en cualquier momento y ante cualquier motivo. Pero aquélla vez no pedí disculpas, no me importó volver a ningún lugar, ya estaba harta de tanta opresión.
Una mañana, mientras ellos estaban en el trabajo guardé todos mis libros (porque todavía tenia mucho por rendir), algo de ropa en una valija, agarré mi velador y todos mis ahorros, aproximadamente $85. la llamé a mi abuela y le dije si me invitaba a almorzar, que iba para su casa, no dije nada más. Llegué en un remís con mis cosas y ella me recibió con cara de asombro. Mientras almorzábamos me preguntó qué había pasado y yo no quise hablar, no estaba acostumbrada a dejar salir lo que sentía, lo que me pasaba. Preferí decirle simplemente que quería quedarme unos días con ella para poder estudiar tranquila. Ella no siguió preguntando, también debe estar acostumbrada a mantener ciertos silencios.
Mi familia la odió por haberme acogido en su casa, mi mamá la llamaba para decirle que era su deber convencerme de volver a mi casa. También habló una vez conmigo, mencionó cosas sobre la vergüenza que era que yo me haya ido, que era un "papelón". Yo me moría de culpa, pero me daba más miedo volver que quedarme.
Era diciembre, tenía dos finales que dar. A diferencia con el año anterior, me fue mal en los dos. Un dos en fisiología y un tres en bioquímica. Volvé en marzo, me dijeron. Y sí, la cabeza estaba en cualquier lado menos en esas materias horribles.
Se acercaban las fiestas y mi mamá se empezó a poner todavía más nerviosa de que yo siguiera viviendo con mi abuela. Iba a reunirse toda la familia e iban a tener que dar explicaciones de por qué yo no vivía más con ellos, es decir iban a tener que blanquear a los demás que durante semanas me habían hecho la vida imposible, me habían despreciado, me habían hecho sentir que ya no era digna de sentar a la mesa con ellos. Y la gente los juzgaría. No les gusta que la gente tenga una mala opinión de ellos.
Entonces mi mamá vino a lo de mi abuela, creo que hasta lloró un poco porque accedí a volver. Ella me llevó a mi casa de regreso, donde estaban mis hermanos que fueron los únicos que me abrazaron y me demostraron que mi ausencia se había sentido. Mi papá estaba cortando el pasto. Me recibió sonriente, diciendome "Hola, Guchu" como si absolutamente nada. Por arte de magia el conflicto parecía haberse esfumado y volvíamos a reunirnos los cinco al rededor de una mesa para almorzar.
Nunca más se habló del tema.
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